viernes, 6 de mayo de 2016

El uso indiscriminado e innecesario de estudios de gabinete


Hace unos días una madre me habló preocupada por teléfono comentándome que la psicóloga le dijo que para hacer un diagnóstico preciso primero se le debía hacer una resonancia magnética y un electroencefalograma. La paciente en cuestión tenía antecedentes de depresiones psicóticas con tendencias homicidas alternado por episodios hipomaniacos/maniacos en los cuales había un incremento importante de la actividad y un intenso consumo metanfetaminas, cocaína y marihuana.

No es la primera vez que un familiar de un paciente, o un paciente en sí, me preguntan qué tan conveniente sería hacerse un estudio de la cabeza. Lamentablemente es mucho más fácil simplemente solicitar estudios de gabinete a diestra y siniestra que hacer comprender a una persona la fisiopatología de los trastornos mentales que en su mayoría no guardan correlación con ningún estudio disponible. Tratar de explicar la inutilidad de un EEG en un trastorno bipolar a un psicólogo es por demás imposible.

Tampoco es el interés de este post explicar los motivos por los cuales no es útil un EEG o una Resonancia Magnética en la mayoría de los casos, porque cada paciente es valorado de manera individual y tendrá signos y síntomas que podrían o no sugerir hacer estudios elaborados para descartar patologías estructurales.

La reflexión es el uso indiscriminado de estudios de gabinete como forma de practicar una medicina más “científica”. Esta tendencia no solo es propia de la psiquiatría sino de todas las áreas de la medicina. Es demasiado frecuente ver pacientes con toda una batería de estudios de todo tipo, desde análisis de sangre, pasando por estudios de imagen hasta pruebas psicológicas. Y las personas están tan necesitadas de una prueba tangible de dónde está su problema, y es tan complicado explicar la fisiopatología de ciertas enfermedades, que siempre es mucho más fácil pedir todos los estudios posibles, y muchas veces señalar algún patrón “anormal” como causa de la enfermedad.

Hace años tuve un paciente que se intentó suicidar con una soga. El paciente no podía dormir desde hace años, roncaba y se quedaba dormido durante el día al grado de ir manejando. Microsueños. Había desarrollado una depresión tan severa que estaba en caquexia. Desde luego a este paciente se le hicieron decenas de estudios y todo salía normal. Todo excepto una polisomnografía. Se había dicho que tenía una fuerte depresión pero como las depresiones no se ven en los estudios eso no lo tenía para nada tranquilo, al contrario, su desesperación llegó a tal grado -junto con el deterioro cognitivo propio de su apnea del sueño- que se intentó matar y casi lo consigue. Sólo después de varias entrevistas se logró vislumbrar la posibilidad de síndrome de apnea obstructiva. Cuando se hicieron los estudios neuropsicológicos se encontró una correlación directa entre las alteraciones cognitivas del PSAOS y el paciente y cuando se hizo la polisomnografia el diagnóstico quedó corroborado. Lo que el paciente necesitaba ante todo, más que tomografías y EEG, incluso más que antidepresivos, era un CPAP para promover la ventilación durante la noche.

Lo que quiero decir es que los estudios de gabinete son fundamentales para hacer un buen diagnóstico pero se deben usar de forma discriminada, bajo una sospecha clínica y no sólo porque “parece cerebral hágase un EEG o una IRM”. En psiquiatría con frecuencia me encuentro con pacientes confundidos por psicólogos, médicos generales e inclusive neurólogos, quienes han solicitado EEG para una depresión o una IRM para un Trastorno de pánico. Estos pacientes, lejos de tranquilizarse con los resultados de los estudios, incrementan su frustración al ver que son completamente normales o peor aún, se les engaña diciendo que son anormales cuando no lo son.

La labor que encaramos los médicos conscientes de este problema es difícil. Educar sobre las enfermedades, las formas de diagnóstico, abordaje y tratamiento, se ven oscuras ante el advenimiento de mercenarios de la salud y hospitales cada vez más equipados con todo tipo de gabinete. Médicos que ganan más haciendo un videoelectroencefalograma que dando consulta una semana completa. Es difícil no caer en esa tentación, especialmente cuando el mismo paciente demanda de forma persistente una evidencia “física” de su problema.

Con esperanza, cada día existen paginas profesionales de divulgación sobre las diversas enfermedades mentales y las formas diagnósticas. Desde páginas institucionales como la del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos sobre diversos trastorno mentales hasta páginas de organizaciones sin ánimo lucro como la de Asociación de Trastorno por Déficit de atención e hiperactividad. Pero también paginas de calidad adecuada en español como Asociaciones de autismo, o revistas mexicanas con contenido de salud mental como el del Instituto Nacional de Psiquiatría.

Informarse sobre las características, los abordajes diagnósticos y terapéuticos, es importante no solo para evitar gastos e información equivocada sino también para llegar al diagnóstico y tratamiento lo más pronto posible.

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