domingo, 12 de agosto de 2012

El misterio de los trastornos de ansiedad




En 1995 la encuesta epidemiológica de psiquiatría refirió que sólo un 1% de las personas con algún trastorno mental tenían un trastorno ansioso mientras que en el 2010, la encuesta refirió que cerca de un 18% de la población con trastorno mental padecía un trastorno ansioso. De acuerdo a estos datos podemos decir que los trastornos ansiosos aumentaron, en el lapso de 15 años, 1800% entre la población con algún trastorno mental. A diferencia de los trastornos afectivos como la depresión, o los trastornos psicóticos como la Esquizofrenia, que permanecieron prácticamente sin variación, los trastornos de ansiedad se dispararon exponencialmente. ¿Cómo interpretar esto? ¿Podemos decir que en 15 años ha cambiado tanto nuestro estilo de vida que los trastornos de ansiedad han pasado, de ser la última causa de trastornos mentales, a ser el diagnóstico más frecuente? A primera vista podrían aparecer varias explicaciones sencillas:
1.- Alguna de las encuestas está equivocada o mal elaborada.
2.- Existen más herramientas de tamizaje de trastornos de ansiedad en la actualidad.
3.- Efectivamente hay más ansiedad hoy que hace 15 años.
4.- Antes no se investigaban los trastornos de ansiedad realmente y se confundían por la alta comorbilidad con otros trastornos mentales.
 Las cuatros explicaciones podrían tener su pedazo de verdad sin embargo la realidad es que ninguna de ellas ni las cuatro juntas explican esta discordancia en las prevalencias.
La realidad es que los trastornos de ansiedad no son nuevos. La hipocondría está descrita desde la época griega así como las histerias, una mezcla de miedo, preocupación malestares físicos inexplicables, unos presentes en los hombres y otros exclusivos de las mujeres.  Los trastornos de ansiedad tuvieron un auge en su estudio durante finales del siglo XIX y principios y mediados del siglo XX, muchos de los trabajos de los grandes psiquiatras de la escuela psicoanalítica se enfocan en los trastornos de ansiedad que llamaban comúnmente histerias: las fobias específicas, sociales, los ataques de pánico, el trastorno de ansiedad generalizada, los trastornos obsesivos compulsivos, todos ellos son explicados por Freud y sus discípulos mediante las teorías del desarrollo psicosexual. Durante esos años los trastornos de ansiedad fueron un problema del que sólo se atendían un grupo privilegiado de personas: actores, poetas, músicos, esposas de empresarios; generalmente personas extravagantes, y con poder adquisitivo –lo suficiente para pagar las costosas terapias psicoanalíticas– que hablaban sobre el inconsciente, sobre terapias orientales, sobre paz mental y meditación, sobre pulsiones y complejos de Edipo; se les consideraba exagerados, “histéricos”. Las demás personas vivían en un estado de ansiedad flotante propio de la sociedad moderna, y en la mayoría de los casos, cuando la ansiedad se desbordaba, se les decía neuróticos o neurasténicos como sugiriendo que tenían problemas psicológicos. ¿Quién no ha dicho o escuchado decir el famoso “eres un neurótico, cálmate”? De hecho, la corriente psicoanalítica más rigurosa llegó a afirmar que sólo existían dos tipos de personas: las neuróticas y las psicóticas. Efectivamente, el bienestar biopsicosocial se trata de una ilusión que no puede coexistir con las sociedades modernas. Vivimos en un mundo lleno de ansiedad, de preocupaciones y miedos a los cuales simplemente llamamos responsabilidades. A finales del siglo XX sólo algunos podían darse el lujo de hablar de paz interior. John Lennon era un extravagante famoso que se sentaba a su cama a escribir canciones de amor y promover la paz mundial; George Harrison era otro lunático que había ido a encerrarse en un centro ayurveda en la India. La moda, por contrario, en los setentas y ochentas, era tener los niveles de alerta al máximo, dormir poco, tomar café y fumar cigarrillos, acudir a fiestas por la noche y estar saturado de trabajo por las mañanas, usar cocaína o anfetaminas para rendir al máximo. Entre más estrés tenías en tu vida mucho más exitoso eras considerado y la ansiedad se calmaba con un poco de Valium, de Lexotan, de Rivotril. Sí, la ansiedad, no sólo era una moda, sino que era un status, una forma de vida que correlacionaba directamente con tu nivel de éxito social. La pura posibilidad de padecer un trastorno de ansiedad era absurdo e inmediatamente se reducía a un simple “estoy cansado” o “necesito vacaciones”; y cuando la ansiedad era agobiante no había más que ir con el médico y pedirle una pastilla para dormir, tomarla de vez en cuando y continuar con la vida normal. La ansiedad constante es el costo de la modernidad; preocupaciones financieras, de salud, familiares, todo ello es parte del paquete de vivir en una sociedad moderna que exige de ti el máximo y que, si no lo das, termina por dejarte atrás.
Una cosa al respecto es cierta: entre mejor toleres la ansiedad, mayor será tu nivel de éxito; pero una cosa es falsa: la ansiedad constante es el costo de una vida exitosa. Primero, si esto fuera cierto, los niveles de trastorno de ansiedad no se hubieran disparado tanto en 15 años. Segundo, no se harían estudios exhaustivos al respecto ni se diseñarían fármacos para tratar los trastornos ansiosos. Los trastornos de ansiedad no son el costo de una vida exitosa sino, al contrario, la garantía de una vida llena de frustración, miedo y sufrimiento. ¡Y sin embargo, solamente una de cada diez personas recibe atención psiquiátrica! Estamos tan acostumbrados a la ansiedad que no entra en nuestra ecuación de vida.
En promedio, una persona con un trastorno de ansiedad, ya ha visitado a por lo menos a cinco médicos diferentes (médico general, internista, cardiólogo, endocrinólogo, gastroenterólogo, etc.) para terminar aceptando que quizá todas esas quejas somáticas que lo incapacitan son de origen neurobiológico. Frecuentemente veo pacientes con trastornos de ansiedad que han sido sometidos a cirugía, principalmente gastroenterológica y cardiológica –ablación del nodo sinusal y colocación de marcapasos– sin criterios reales para realizar esos procedimientos por disnea,  palpitación o dolor precordial sin datos cardiológico evidentes. Lo más frecuente es que el paciente visite al psiquiatra con todos los estudios accesibles en el mercado, desde una simple biometría hemática hasta anticuerpos antinucleares y resonancias magnéticas, pero sobre todo con una desconfianza comprensible hacia al médico después de años de andar deambulando de doctor a doctor sin sentir mejoría alguna.
Y sin embargo, el mayor reto del psiquiatra no es la predisposición negativa hacia el galeno por parte del paciente, sino la incapacidad de aceptar que la ansiedad pueda ser capaz de crear cuadros tan complejos que los han llevado, a ellos, a vivir una vida tan incapacitante, y a sus médicos, a realizar procedimientos tan arriesgados.
La ansiedad es una respuesta fisiológica del cuerpo ante situaciones específicas de estrés mientras que la angustia la podríamos definir como la experiencia existencial y psíquica de esa respuesta fisiológica. La ansiedad es un proceso adaptativo que nos permite reaccionar ante situaciones de peligro que requieren aumentar nuestra atención, agudizar nuestros sentidos y mantenernos en una estado de vigilia intensa. Sin embargo esas respuestas generalmente son transitorias y no son descontroladas, son respuestas naturales que se presentan, por ejemplo, al presentar un examen, acercarte a una persona que te gusta o acudir a una cita para un trabajo: se sienten mariposas en el estomago, pueden sudar la mano y sentir un miedo, pero conforme transcurre el tiempo la mayoría de la gente va disminuyendo esa ansiedad y cuando termina la situación esa ansiedad desaparece. En los trastornos de ansiedad esa respuesta está alterada y se encuentra generalmente flotante, prevalece a lo largo del tiempo o cuando se desencadena lo hace forma desproporcionada o sin algún evento desencadenante. Así, por ejemplo, en la fobia social el estudiante se bloquea simplemente al ver el examen en frente y a sentir lipotimia o diaforesis intensa; el que busca el trabajo no puede sacar todo aquello que había planeado decir; y el que se siente atraído por una persona que le gusta es incapaz de iniciar una simple charla o acercarse a la persona que le interesa –y esto no sucede una ocasión sino que se expresa cada vez que se encuentra en la misma situción. En el Trastorno de Ansiedad Generalizada se caracteriza por una ansiedad flotante, que no se modifica y que se acompaña de sintomatología somática y vegetativa vaga y difusa: lo mismo tienen dolores musculoesqueléticos como cefalea o mareo, colítis y nausea que disuria y tenesmo vesical. Por el contrario, los ataques de pánicos pueden permitir que la persona esté tranquila un determinado periodo de tiempo hasta que sufre una crisis caracterizada por un excesivo miedo a morir, a volverse loco, a perder el control, acompañado de dificultad para respirar, dolor precordial con irradiación a otras partes del cuerpo que cuando se estudia con electrocardiograma sale normal. Es característico que no haya un precipitante reconocible sino que se manifieste de manera espontánea lo que va llevando al paciente a aislarse por el miedo de que pueda sucederle en cualquier momento. Otro tipo de trastorno ansioso es el Trastorno por estrés postraumático en donde la ansiedad y la sintomatología ansiosa –pesadillas, miedo, evitación, etc- giran alrededor de un evento importante en la vida que le puse en peligro. A diferencia del trastorno de ansiedad generalizada o del trastorno por ataques de pánico, en el trastorno de estrés postraumático existe un factor específico pero que ya no representa una amenaza real sin embargo el cerebro la sigue viviendo como real e inminente.
Existen otros trastornos más extravagantes que permiten hacer el diagnóstico psiquiátrico más rápido como las fobias específicas o las fobias sociales en donde la ausencia de sintomatología somática o vegetativa permite con relativa mayor facilidad orientar el diagnóstico hacia un problema neuropsiquiátrico. Y aun las personas que padecen este tipo de trastornos los racionalizan, los niegan o los minimizan hasta que son llevados por sus familiares con el psiquiatra para una valoración o les genera tanta ansiedad que afectan de forma completa su funcionalidad.
Los trastornos de ansiedad son un fenómeno complejo, que ha existido desde las épocas antiguas y que fue descrito por médicos griegos; considerados incurables, fueron abandonados por mucho tiempo hasta que tomaron un auge con el nacimiento del psicoanálisis pero siempre marginado a un pequeño grupo de personas con niveles culturales altos y con recursos económicos. Hoy, sin embargo, existen tratamiento farmacológicos altamente efectivos –cerca del 70% de remisión total- y que son accesibles a un mayor grupo de la población. Aun así siguen siendo medicamentos que no son accesibles para todos de igual manera que la consulta psiquiátrica aun es privilegio de unos cuantos. Y cuando me refiero a privilegio no lo digo únicamente por el costo de una consulta psiquiatría –que oscila entre los 600 y los 1600 pesos mexicanos dependiendo la ciudad y la zona- sino también porque acudir con el psiquiatra implica una comprensión de que somos cuerpo y mente, implica una superación de estigma milenario acerca de las enfermedades mentales, pero sobre todo, de una aceptación de que no se tiene por qué vivir con esa angustia constante que poco a poco apaga el alma.