Hace unos días una madre me habló
preocupada por teléfono comentándome que la psicóloga le dijo que para hacer un
diagnóstico preciso primero se le debía hacer una resonancia magnética y un
electroencefalograma. La paciente en cuestión tenía antecedentes de depresiones
psicóticas con tendencias homicidas alternado por episodios
hipomaniacos/maniacos en los cuales había un incremento importante de la
actividad y un intenso consumo metanfetaminas, cocaína y marihuana.
No es la primera vez que un
familiar de un paciente, o un paciente en sí, me preguntan qué tan conveniente
sería hacerse un estudio de la cabeza. Lamentablemente es mucho más fácil
simplemente solicitar estudios de gabinete a diestra y siniestra que hacer
comprender a una persona la fisiopatología de los trastornos mentales que en su
mayoría no guardan correlación con ningún estudio disponible. Tratar de
explicar la inutilidad de un EEG en un trastorno bipolar a un psicólogo es por
demás imposible.
Tampoco es el interés de este
post explicar los motivos por los cuales no es útil un EEG o una Resonancia
Magnética en la mayoría de los casos, porque cada paciente es valorado de
manera individual y tendrá signos y síntomas que podrían o no sugerir hacer
estudios elaborados para descartar patologías estructurales.
La reflexión es el uso
indiscriminado de estudios de gabinete como forma de practicar una medicina más
“científica”. Esta tendencia no solo es propia de la psiquiatría sino de todas
las áreas de la medicina. Es demasiado frecuente ver pacientes con toda una
batería de estudios de todo tipo, desde análisis de sangre, pasando por
estudios de imagen hasta pruebas psicológicas. Y las personas están tan
necesitadas de una prueba tangible de dónde está su problema, y es tan
complicado explicar la fisiopatología de ciertas enfermedades, que siempre es
mucho más fácil pedir todos los estudios posibles, y muchas veces señalar algún
patrón “anormal” como causa de la enfermedad.
Hace años tuve un paciente que se
intentó suicidar con una soga. El paciente no podía dormir desde hace años,
roncaba y se quedaba dormido durante el día al grado de ir manejando.
Microsueños. Había desarrollado una depresión tan severa que estaba en caquexia.
Desde luego a este paciente se le hicieron decenas de estudios y todo salía
normal. Todo excepto una polisomnografía. Se había dicho que tenía una fuerte
depresión pero como las depresiones no se ven en los estudios eso no lo tenía
para nada tranquilo, al contrario, su desesperación llegó a tal grado -junto
con el deterioro cognitivo propio de su apnea del sueño- que se intentó matar y
casi lo consigue. Sólo después de varias entrevistas se logró vislumbrar la
posibilidad de síndrome de apnea obstructiva. Cuando se hicieron los estudios neuropsicológicos
se encontró una correlación directa entre las alteraciones cognitivas del PSAOS
y el paciente y cuando se hizo la polisomnografia el diagnóstico quedó
corroborado. Lo que el paciente necesitaba ante todo, más que tomografías y EEG,
incluso más que antidepresivos, era un CPAP para promover la ventilación
durante la noche.
Lo que quiero decir es que los
estudios de gabinete son fundamentales para hacer un buen diagnóstico pero se
deben usar de forma discriminada, bajo una sospecha clínica y no sólo porque “parece
cerebral hágase un EEG o una IRM”. En psiquiatría con frecuencia me encuentro
con pacientes confundidos por psicólogos, médicos generales e inclusive neurólogos,
quienes han solicitado EEG para una depresión o una IRM para un Trastorno de
pánico. Estos pacientes, lejos de tranquilizarse con los resultados de los
estudios, incrementan su frustración al ver que son completamente normales o
peor aún, se les engaña diciendo que son anormales cuando no lo son.
La labor que encaramos los
médicos conscientes de este problema es difícil. Educar sobre las enfermedades,
las formas de diagnóstico, abordaje y tratamiento, se ven oscuras ante el
advenimiento de mercenarios de la salud y hospitales cada vez más equipados con
todo tipo de gabinete. Médicos que ganan más haciendo un
videoelectroencefalograma que dando consulta una semana completa. Es difícil no
caer en esa tentación, especialmente cuando el mismo paciente demanda de forma
persistente una evidencia “física” de su problema.
Con esperanza, cada día existen
paginas profesionales de divulgación sobre las diversas enfermedades mentales y
las formas diagnósticas. Desde páginas institucionales como la del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos sobre diversos trastorno mentales
hasta páginas de organizaciones sin ánimo lucro como la de Asociación de Trastorno por Déficit de atención e hiperactividad. Pero también paginas de calidad adecuada en español como Asociaciones de autismo,
o revistas mexicanas con contenido de salud mental como el del Instituto Nacional de Psiquiatría.
Informarse sobre las características,
los abordajes diagnósticos y terapéuticos, es importante no solo para evitar
gastos e información equivocada sino también para llegar al diagnóstico y
tratamiento lo más pronto posible.
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