En
1995 la encuesta epidemiológica de psiquiatría refirió que sólo un 1% de las
personas con algún trastorno mental tenían un trastorno ansioso mientras que en
el 2010, la encuesta refirió que cerca de un 18% de la población con trastorno
mental padecía un trastorno ansioso. De acuerdo a estos datos podemos decir que
los trastornos ansiosos aumentaron, en el lapso de 15 años, 1800% entre la
población con algún trastorno mental. A diferencia de los trastornos afectivos
como la depresión, o los trastornos psicóticos como la Esquizofrenia, que
permanecieron prácticamente sin variación, los trastornos de ansiedad se
dispararon exponencialmente. ¿Cómo interpretar esto? ¿Podemos decir que en 15
años ha cambiado tanto nuestro estilo de vida que los trastornos de ansiedad
han pasado, de ser la última causa de trastornos mentales, a ser el diagnóstico
más frecuente? A primera vista podrían aparecer varias explicaciones sencillas:
1.-
Alguna de las encuestas está equivocada o mal elaborada.
2.-
Existen más herramientas de tamizaje de trastornos de ansiedad en la
actualidad.
3.-
Efectivamente hay más ansiedad hoy que hace 15 años.
4.-
Antes no se investigaban los trastornos de ansiedad realmente y se confundían
por la alta comorbilidad con otros trastornos mentales.
Las cuatros explicaciones podrían tener su
pedazo de verdad sin embargo la realidad es que ninguna de ellas ni las cuatro
juntas explican esta discordancia en las prevalencias.
La
realidad es que los trastornos de ansiedad no son nuevos. La hipocondría está
descrita desde la época griega así como las histerias, una mezcla de miedo,
preocupación malestares físicos inexplicables, unos presentes en los hombres y
otros exclusivos de las mujeres. Los
trastornos de ansiedad tuvieron un auge en su estudio durante finales del siglo
XIX y principios y mediados del siglo XX, muchos de los trabajos de los grandes
psiquiatras de la escuela psicoanalítica se enfocan en los trastornos de
ansiedad que llamaban comúnmente histerias: las fobias específicas, sociales, los
ataques de pánico, el trastorno de ansiedad generalizada, los trastornos
obsesivos compulsivos, todos ellos son explicados por Freud y sus discípulos
mediante las teorías del desarrollo psicosexual. Durante esos años los
trastornos de ansiedad fueron un problema del que sólo se atendían un grupo
privilegiado de personas: actores, poetas, músicos, esposas de empresarios;
generalmente personas extravagantes, y con poder adquisitivo –lo suficiente
para pagar las costosas terapias psicoanalíticas– que hablaban sobre el
inconsciente, sobre terapias orientales, sobre paz mental y meditación, sobre
pulsiones y complejos de Edipo; se les consideraba exagerados, “histéricos”.
Las demás personas vivían en un estado de ansiedad flotante propio de la
sociedad moderna, y en la mayoría de los casos, cuando la ansiedad se
desbordaba, se les decía neuróticos o neurasténicos como sugiriendo que tenían problemas psicológicos. ¿Quién no ha
dicho o escuchado decir el famoso “eres
un neurótico, cálmate”? De hecho, la corriente psicoanalítica más rigurosa
llegó a afirmar que sólo existían dos tipos de personas: las neuróticas y las
psicóticas. Efectivamente, el bienestar biopsicosocial se trata de una ilusión
que no puede coexistir con las sociedades modernas. Vivimos en un mundo lleno
de ansiedad, de preocupaciones y miedos a los cuales simplemente llamamos
responsabilidades. A finales del siglo XX sólo algunos podían darse el lujo de
hablar de paz interior. John Lennon era un extravagante famoso que se sentaba a
su cama a escribir canciones de amor y promover la paz mundial; George Harrison
era otro lunático que había ido a encerrarse en un centro ayurveda en la India.
La moda, por contrario, en los setentas y ochentas, era tener los niveles de
alerta al máximo, dormir poco, tomar café y fumar cigarrillos, acudir a fiestas
por la noche y estar saturado de trabajo por las mañanas, usar cocaína o
anfetaminas para rendir al máximo. Entre más estrés tenías en tu vida mucho más
exitoso eras considerado y la ansiedad se calmaba con un poco de Valium, de
Lexotan, de Rivotril. Sí, la ansiedad, no sólo era una moda, sino que era un
status, una forma de vida que correlacionaba directamente con tu nivel de éxito
social. La pura posibilidad de padecer un trastorno de ansiedad era absurdo e
inmediatamente se reducía a un simple “estoy cansado” o “necesito vacaciones”;
y cuando la ansiedad era agobiante no había más que ir con el médico y pedirle
una pastilla para dormir, tomarla de
vez en cuando y continuar con la vida normal.
La ansiedad constante es el costo de la modernidad; preocupaciones financieras,
de salud, familiares, todo ello es parte del paquete de vivir en una sociedad
moderna que exige de ti el máximo y que, si no lo das, termina por dejarte
atrás.
Una
cosa al respecto es cierta: entre mejor toleres la ansiedad, mayor será tu
nivel de éxito; pero una cosa es falsa: la ansiedad constante es el costo de
una vida exitosa. Primero, si esto fuera cierto, los niveles de trastorno de
ansiedad no se hubieran disparado tanto en 15 años. Segundo, no se harían
estudios exhaustivos al respecto ni se diseñarían fármacos para tratar los
trastornos ansiosos. Los trastornos de ansiedad no son el costo de una vida
exitosa sino, al contrario, la garantía de una vida llena de frustración, miedo
y sufrimiento. ¡Y sin embargo, solamente una de cada diez personas recibe
atención psiquiátrica! Estamos tan acostumbrados a la ansiedad que no entra en
nuestra ecuación de vida.
En
promedio, una persona con un trastorno de ansiedad, ya ha visitado a por lo
menos a cinco médicos diferentes (médico general, internista, cardiólogo,
endocrinólogo, gastroenterólogo, etc.) para terminar aceptando que quizá todas
esas quejas somáticas que lo incapacitan son de origen neurobiológico.
Frecuentemente veo pacientes con trastornos de ansiedad que han sido sometidos
a cirugía, principalmente gastroenterológica y cardiológica –ablación del nodo
sinusal y colocación de marcapasos– sin criterios reales para realizar esos
procedimientos por disnea, palpitación o
dolor precordial sin datos cardiológico evidentes. Lo más frecuente es que el
paciente visite al psiquiatra con todos los estudios accesibles en el mercado,
desde una simple biometría hemática hasta anticuerpos antinucleares y
resonancias magnéticas, pero sobre todo con una desconfianza comprensible hacia
al médico después de años de andar deambulando de doctor a doctor sin sentir
mejoría alguna.
Y
sin embargo, el mayor reto del psiquiatra no es la predisposición negativa
hacia el galeno por parte del paciente, sino la incapacidad de aceptar que la
ansiedad pueda ser capaz de crear cuadros tan complejos que los han llevado, a
ellos, a vivir una vida tan incapacitante, y a sus médicos, a realizar
procedimientos tan arriesgados.
La
ansiedad es una respuesta fisiológica del cuerpo ante situaciones específicas
de estrés mientras que la angustia la podríamos definir como la experiencia
existencial y psíquica de esa respuesta fisiológica. La ansiedad es un proceso
adaptativo que nos permite reaccionar ante situaciones de peligro que requieren
aumentar nuestra atención, agudizar nuestros sentidos y mantenernos en una
estado de vigilia intensa. Sin embargo esas respuestas generalmente son
transitorias y no son descontroladas, son respuestas naturales que se presentan,
por ejemplo, al presentar un examen, acercarte a una persona que te gusta o
acudir a una cita para un trabajo: se sienten mariposas en el estomago, pueden sudar la mano y sentir un miedo,
pero conforme transcurre el tiempo la mayoría de la gente va disminuyendo esa
ansiedad y cuando termina la situación esa ansiedad desaparece. En los
trastornos de ansiedad esa respuesta está alterada y se encuentra generalmente
flotante, prevalece a lo largo del tiempo o cuando se desencadena lo hace forma
desproporcionada o sin algún evento desencadenante. Así, por ejemplo, en la
fobia social el estudiante se bloquea simplemente al ver el examen en frente y
a sentir lipotimia o diaforesis intensa; el que busca el trabajo no puede sacar
todo aquello que había planeado decir; y el que se siente atraído por una
persona que le gusta es incapaz de iniciar una simple charla o acercarse a la
persona que le interesa –y esto no sucede una ocasión sino que se expresa cada
vez que se encuentra en la misma situción. En el Trastorno de Ansiedad
Generalizada se caracteriza por una ansiedad flotante, que no se modifica y que
se acompaña de sintomatología somática y vegetativa vaga y difusa: lo mismo
tienen dolores musculoesqueléticos como cefalea o mareo, colítis y nausea que
disuria y tenesmo vesical. Por el contrario, los ataques de pánicos pueden
permitir que la persona esté tranquila un determinado periodo de tiempo hasta
que sufre una crisis caracterizada por un excesivo miedo a morir, a volverse
loco, a perder el control, acompañado de dificultad para respirar, dolor
precordial con irradiación a otras partes del cuerpo que cuando se estudia con
electrocardiograma sale normal. Es característico que no haya un precipitante
reconocible sino que se manifieste de manera espontánea lo que va llevando al
paciente a aislarse por el miedo de que pueda sucederle en cualquier momento.
Otro tipo de trastorno ansioso es el Trastorno por estrés postraumático en
donde la ansiedad y la sintomatología ansiosa –pesadillas, miedo, evitación,
etc- giran alrededor de un evento importante en la vida que le puse en peligro.
A diferencia del trastorno de ansiedad generalizada o del trastorno por ataques
de pánico, en el trastorno de estrés postraumático existe un factor específico
pero que ya no representa una amenaza real sin embargo el cerebro la sigue
viviendo como real e inminente.
Existen
otros trastornos más extravagantes que permiten hacer el diagnóstico psiquiátrico
más rápido como las fobias específicas o las fobias sociales en donde la ausencia
de sintomatología somática o vegetativa permite con relativa mayor facilidad orientar
el diagnóstico hacia un problema neuropsiquiátrico. Y aun las personas que
padecen este tipo de trastornos los racionalizan, los niegan o los minimizan
hasta que son llevados por sus familiares con el psiquiatra para una valoración
o les genera tanta ansiedad que afectan de forma completa su funcionalidad.
Los
trastornos de ansiedad son un fenómeno complejo, que ha existido desde las
épocas antiguas y que fue descrito por médicos griegos; considerados
incurables, fueron abandonados por mucho tiempo hasta que tomaron un auge con
el nacimiento del psicoanálisis pero siempre marginado a un pequeño grupo de
personas con niveles culturales altos y con recursos económicos. Hoy, sin
embargo, existen tratamiento farmacológicos altamente efectivos –cerca del 70%
de remisión total- y que son accesibles a un mayor grupo de la población. Aun
así siguen siendo medicamentos que no son accesibles para todos de igual manera
que la consulta psiquiátrica aun es privilegio de unos cuantos. Y cuando me
refiero a privilegio no lo digo únicamente por el costo de una consulta
psiquiatría –que oscila entre los 600 y los 1600 pesos mexicanos dependiendo la
ciudad y la zona- sino también porque acudir con el psiquiatra implica una
comprensión de que somos cuerpo y mente, implica una superación de estigma
milenario acerca de las enfermedades mentales, pero sobre todo, de una
aceptación de que no se tiene por qué vivir con esa angustia constante que poco
a poco apaga el alma.
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